jueves, 16 de diciembre de 2010

Rosa Marina II




En algún momento de la madrugada, me desperté con Rosa a mi lado. Encendí la pequeña lámpara de la mesa de noche para verla. Dormía un sueño profundo. Ahora podía apreciar su hermoso cuerpo de ébano completamente desnudo a mi lado: sus hombros anchos, su hermosa espalda esculpida hacia abajo hasta remata en una estrecha cintura, sus nalgas perfectamente redondas, sus largas piernas. Toda su piel negra, lustrosa; pero sobre todo, ese olor a hembra que emanaba de su cuerpo. Allí, en medio de la madrugada, tuve la oportunidad de hacer mió cada uno de los aromas que despedían cada uno de los pliegues de su piel.
Comencé por su cuello, inhalando cada centímetro de su torso siguiendo el camino de su columna vertebral hasta llegar al final de su espalda, justo antes de remontar sus firmes nalgas, con ambas manos las separé y seguí el húmedo surco hasta llegar a su pequeño ano, aspirando ese olor tan peculiar y excitante. Con la punta de mi lengua, a penas rocé su hoyuelo, que al instante ella contrajo acompañado de un leve gemido. Seguí mi búsquela hacia su vulva, que ella facilitó abriendo un poco las piernas, lo que hizo me percatara que se había despertado con mis caricias. Entonces busqué su rostro para descubrir, que aun medio dormida, sonreía complacida por mi travesura. Al instante me dijo:
_ Sigue, no te detengas

Con mis dos dedos, abrí sus labios menores, al instante su vagina despidió su olor calido y penetrante. Levanté un poco su capuchón para descubrir su clítoris rosado que ya comenzaba a crecer brillante de humedad. Sumergí mi nariz en el espeso vello de su pubis, aspirando con fuerza esa mezcla de aromas. Ella abrió aún más sus piernas y levantó sus caderas para ofrecerme entera su vulva cada vez más hinchada y mojada por la excitación. Yo introduje mi lengua por su vagina al máximo y ella comenzó a mover sus caderas en busca de mayor placer, alternando lengüetazos entre su vestíbulo y su clítoris, bebiendo de sus jugos que queda vez se hacia más abundantes. Un prolongado gemido, y sus furiosas contracciones vaginales me anunciaron que había alcanzado un intenso orgasmo. Luego de eso se desvaneció como una muñeca rota en la cama con una inmensa sonrisa de satisfacción en los labios. Tuve que velar su sueño un tiempo más, con una dolorosa erección hasta quedarme dormido a su lado.

Al la mañana siguiente, para mi sorpresa, me desperté solo en la mi cama. Después de darme un prolongado baño y bajé a la cocina donde encontré a Rosa preparando un suculento desayuno. Vestía unos cortos shorts blancos y una camiseta que dejaba desnudo su hermoso vientre color canela. Antes de saludarla me quedé en el vano de la puerta apreciando una vez más su hermosa figura. Apenas podía creer, que aquella escultural belleza de ébano, estaba a mi disposición todo el fin de semana. Parada allí, frente a la estufa, podía dar gusto a mis ojos: sus redondas nalgas, sus poderosos muslos y torneadas piernas, su bien delineada espalda, sus turgentes senos que se asomaban un poco por debajo de su corta franelilla.
Me aproximé por detrás hasta abrazarla y besarla en el cuello:
_Buenos días, espero que hayas dormido bien_ le dije al oído.
_Creo que tenias años sin tener un sueño tan profundo, la verdad dormí muy rico a tu lado, ayer fue un día especial para mí y… espero que para ti también.
_ Fue el mejor día de mi vida _le dije mientras olía en su cuello el aroma a jabón de mujer recién bañada.
Mis manos abrazaron su vientre y subieron hasta sus senos. Ella respondió mi caricia buscando mi boca para darme un prolongado beso. Una de mis manos comenzó a bajar hasta su pubis y jugueteo con su abundante y espeso vello. Uno de mis dedos comenzó a buscar entre sus labios mayores hasta hallar su clítoris algo hinchado. Mas abajo, deslice mi dedo entre sus labios menores para hasta encontrar la entrada de su vagina que ya estaba bastante húmeda. Rosa buscó con su mano mi miembro, que para el momento ya tenía una respetable erección.
_ Parece que te levantaste con ganas de buscar pelea.
_ Es que solo tenemos el fin de semana y quiero aprovecharlo al máximo_ dije mientras llevaba mi dedo mojado de sus jugos hasta mi nariz, agregando: _ definitivamente, tú olor me vuelve loco.
_ ¿Y quien te dijo que tenemos solo este fin de semana?
Diciendo esto, Rosa empino aun más sus redondas y erguidas nalgas. Yo baje mi pantalón e inmediatamente salto mi miembro.

lunes, 12 de julio de 2010

Rosa Marina











Mi madre había pasado todas las vacaciones de verano, preguntando en el pueblo por una muchacha de servicio para nuestro hogar. Teníamos una casa de playa en el litoral cercano a las haciendas de cacao, tradicionalmente habitada por población negra. Al fin, el último día, el domingo, ya de regreso a casa, logró conseguir a la joven sobrina de una señora que solía ayudarnos en la casa de verano en época de vacaciones. Nos dirigimos en su busca en las afueras del pueblo. Después de recorrer una estrecha vereda, nos estacionamos frente a una pequeña casa rural. Mi padre sonó la corneta del automóvil, y después de unos segundos salió a recibirnos la tía.
_Buenas, ¿Cómo están? Ay… disculpen, ya la muchacha viene_ gritando hacia la puerta de la casa_ ¡Rosa María! Muchacha… ¡apúrate!_ y dirigiéndose nuevamente a nosotros_ Ya viene, estaba terminando de hacer la maleta…hay viene, apúrate muchacha, que los señores te están esperando.

No podían creer lo que veían, caminado hacia el automóvil, con un maltrecho bolso de tela estampado de grandes flores, en una mano, y un pequeño radio de transistores en la otra, venia la más bella muchacha negra que yo hubiera visto a mis dieciséis años cumplidos. A primera vista, calculé que no debía tener más de veinte años de edad. Venia vestida sencillamente con unos short de color rojo y una blusa blanca sin mangas que me permitieron apreciar su hermosa figura. Sin duda era una digna representante de su raza: alta, de piernas largas y de muslos fuertes. Caderas no muy anchas que armonizaban perfectamente con un torso delgado. Sus senos redondos y erectos, de tamaño perfecto. Aunque abundante y rizado, llevaba el cabello largo hasta los hombros, enmarcando un rostro de ojos grandes y oblicuos, nariz pequeña y labios carnosos que dibujaban una sonrisa amplia, de dentadura perfecta. Todos quedaron asombrados con la belleza de la muchacha, pero sobretodo mi madre que inmediatamente volteó a mirarme. Yo, disimulé mi entusiasmo mirando por la ventana del auto, para el evitar que me delatara el inevitable rubor en mi rostro.
Mi padre se bajo del auto, y con nerviosa amabilidad tomó el equipaje de Rosa María, lo colocó en el maletero, e invito a la muchacha a sentarse en el medio del asiento trasero, entre mi hermana y yo. Al subirse fue inevitable que su rostro pasara muy cerca del mió, pude notar con más detalle la belleza de sus facciones, la tersura de su piel oscura, pero sobretodo, y lo que realmente me dejó en silencio el resto de las cuatro horas de viaje, fue el “peculiar” olor que despedía su piel. Nunca había sentido nada igual. Era fuerte, denso, penetrante, pero también dulce y agradable a la vez. Era una deliciosa mezcla de aromas: a leña, a piel, a sol, a brisa y agua de mar; a mujer negra.

Al llegar a casa, mi madre le enseño el cuarto y el baño de servicio que quedaba al fondo de la amplia cocina y después de mostrarle toda la casa y sus obligaciones, le indico algunas reglas que debía seguir, entre ellas la manera vestir. Mi madre a todas las empleadas las exigía que usaran unos uniformes que solían ser de colores pasteles, de tela muy liviana y fresca. Abotonados al frente, manga corta, y de largo, un poco por encima de las rodillas. Rosa María escuchó con atención todas las instrucciones asintiendo con un “si señora”.
Por el cansancio del viaje, y la tensión generada por la llegada de la muchacha, esa noche me fui a la cama muy temprano. Me costó conciliar el sueño de tan solo pensar, que abajo, en la habitación junto a la cocina, estaba aquella belleza durmiendo.

El lunes me levanté con el entusiasmo del primer día de clases. Al llegar a la cocina, me encontré con la primera de las muchas insospechadas sorpresas que me esperaban. Desde la mesa donde tomaba mi desayuno noté que la muchacha había recogido el ruedo de su uniforme, lo que dejaba ver aun más sus hermosas piernas color chocolate. La liviana tela del uniforme Rosado pálido, dejaba transparentar su ropa interior blanca y su cabello recogido, ahora en una cola, desnudaba su hermoso cuello. No pude probar bocado. Me levanté de la mesa.
_ ¿Que le paso niño Rafael? ¿No le gustó la comida? _ Me preguntó Rosa María, un poco nerviosa por ser la preparación del desayuno, su primera obligación.
_ No, no es eso, se ve delicioso. Es que no me siento bien del estomago. _ dije un poco apenado por las verdaderas razones de mi desgano.
_ ¿Quiere que le prepare un guarapito? Eso le hará bien.
_ No gracias, Rosa María, Ya me tengo que ir, se me hace tarde_
Y diciendo esto prácticamente Salí corriendo de la casa rumbo al liceo.
En el camino, iba odiándome por mi enfermiza timidez. Realmente me estaba volviendo loco la nueva muchacha de servicio y no habían transcurrido ni veinticuatro horas de su llegada a la casa. Cualquiera de mis amigos, se le hubiera abalanzado encima, la misma noche de su llegada. Yo tendría que esperar a que el destino decidiera por mí, y corriera con la improbable suerte de que me brindara la oportunidad de poseer a la belleza de ébano.


Así pasaron algunas semanas. Durante ese tiempo, Rosa María se había revelado como una muchacha abierta, conversadora y cariñosa. Tenía un carácter bastante fuerte, un poco contestona, a pesar de su corta edad y como casi toda la gente del interior del país, le gustaba decir las cosas sin rodeos. No podía soportar más la creciente excitación que me provocaba la chica, me estaba volviendo loco de deseo por ella.
Una tarde mientras veía la televisión, Rosa María llegó limpiar el lugar. Comenzó por la mesa donde descansaba la TV y el contra luz que producía la pantalla hizo que se transparentara aun más su uniforme. Pude apreciar sus redondas y firmes nalgas, la suave curva de sus caderas, sus sólidos muslos de hembra. De pronto se volteó para sacudir el sofá donde yo descansaba, y fue cuando noté que no llevaba sostén y se le había desabotonado un botón del uniforme. Al agacharse frente a mí, pude ver uno de sus senos que se medio asomó por el escote. Sus aureolas eran grandes y abultadas, al igual que sus pezones. Ella notó al instante mi cara de morbosa curiosidad, a lo que respondió con una pícara sonrisa luego de abotonarse lentamente.

_ Mire niño ¿usted está viendo la televisión o otra cosa?_ dijo con fingido enojo.
_ No sé porque te empeñas en tratarme de usted y de niño. Ya no soy un niño, tengo casi dieciséis años. .
_Ay si, todo un hombre_ dijo soltando una carcajada que me llenó de rabia.
_Bueno, si quieres te muestro que ya soy un hombre_ e hice el amago de desabrochar mis pantalones rogando que no aceptara el reto.
_ A ver, está bien, vamos a ver que tienes allí que es tan de hombre._ dijo esto parada frente a mi, con sus brazos en la cintura y rostro desafiante que me intimidaron lo suficiente como para arrepentirme y quedar en el más absoluto ridículo.

_Creíste que hablaba en serio_ alcance a decir fingiendo unas carcajadas que ni yo mismo me creía.
_Pues yo si hablaba en serio, ahora es que tienes que aprender, niño, te falta mucho para ser un hombre…_ y diciendo esto se fue con una risa entre sus dientes.
Yo estaba rojo de la rabia y de la vergüenza y peor aun, con mi patética actuación, se desvanecían mis esperanzas de seducir a la muchacha.






Esa noche me atormentó el recuerdo del incidente de la tarde. Mis sentimientos eran confusos. La imagen de su seno asomado por un leve instante tras la tela de su uniforme, me obsesionaba. Volvía a mi mente el recuerdo del aroma de su piel el día que la conocí. Si bien era cierto que yo a mis dieciséis años no era un cotizado galán entre las muchachas del liceo, también era cierto que hacia mucho deporte y mi cuerpo aunque delgado era algo musculoso y bien formado. Lo mismo podía decir de mi anatomía esencialmente masculina, podía catalogarse de “más grande” que el promedio, y eso lo había comprobado por las bromas en torno a su tamaño, hechas por los compañeros en las duchas del gimnasio. Yo solo tenía un temible enemigo a vencer: mi obstinada timidez. Esa noche me hice el firme propósito que, desde el día siguiente, debía tomar acciones. No me quedaría como el simple espectador que hasta ahora había sido.
Ese mañana fingí un malestar y logré convencer a mi madre para quedarme en casa. Rosa Maria fue la primera que se sorprendió al verme en la cama cuando entro a limpiar mi habitación.
_ ¿y al niño que la pasa que no fue para el liceo hoy?
_Amanecí enfermo, no me siento bien hoy_ dije aun bajo las sábanas.
_Ay niño, a mi me suena a cuento eso del malestar, pero bueno…allá abajo está su desayuno, apúrese para que se le va ha enfriar, no se lo sirvo porque tengo mucho oficio aquí arriba.

_ Gracias, Rosita._ contesté siguiéndole el juego del diminutivo_ Ya bajo. Seguro que me voy a sentir mejor… quedándome aquí contigo en la casa _ dije al momento que me desarropaba, y fingiendo un descuido, me levanté de la cama en interiores.

La muchacha echó un rápido vistazo a lo que quedaba de mis naturales erecciones matutinas, y luego de mirarme directamente a los ojos, fingió indiferencia y siguió con su trabajo de limpieza. Con toda la deliberada intención me puse el pantalón de los pijamas de espaldas a ella y después de entrar en el baño, bajé a la cocina. Mientras desayunaba, pensé con satisfacción, que se había iniciado algo que estaba cada vez más pareciéndose a un juego de seducción.
Desde la planta baja aun podía escuchar el rodar de muebles en el piso superior. Rosa María seguía afanada limpiando. Entonces aproveché la ocasión para hacer algo que deseaba hacer desde que Rosa María había llegado a la casa: curiosear en su habitación. Después de cerciorarme que aun permanecía en la planta alta, decidí entrar. Al instante me golpeó su añorado aroma. Todo el cuarto olía a ella. Las sábanas de su cama estaban un poco revueltas y no pude evitar la tentación de pasar mi nariz por toda la cama, por la almohada; todo estaba impregnado del bálsamo de su piel; un olor fuerte, penetrante, pero a la vez dulce y sobre todo, excitante. Querría retenerlo en mis fosas nasales, llevármelo impregnado en el cuerpo y en la mente. Arriba, continuaba Rosa María, su oficio acompañado de la alegre música de su pequeña radio portátil. Entonces me dirigí a su cuarto de baño. Allí lo recorrí todo con mis habidos ojos. No sabía que buscaba. Pase mi mano por su toalla, que de solo imaginar que con ella secaba todo su cuerpo desnudo, sus partes mas intimas. Con mi nariz traté de rastrear restos de su exquisito olor como un ávido sabueso. Bajo el pantalón de mi pijama, se disparaba una insipiente erección.
Seguí detallando todo el espacio con mis ojos, cuando, súbitamente el corazón me dio un vuelco de emoción, el nuevo hallazgo, hacia acelerar mi pulso y respiración, las manos y la frente se me empaparon de sudor. En una esquina, justo bajo el lavamanos, descubrí una pequeña cesta donde seguramente Rosa Maria depositaba su ropa sucia. De pronto, me asaltó el temor de que la muchacha pudiera atraparme hurgando en su intimidad, pero bien valía correr el riesgo, y me cercioré, agudizando al máximo el oído, que ella permanecía arriba trabajando. Si, efectivamente aun se escuchaba la música del radio. Entonces, me aproximé tembloroso de la excitación. Levanté muy lentamente la tapa para descubrir con turbación que en la cesta estaba repleta de su ropa. Hilos de sudor corrían por mi frente y espalda, mi corazón estaba a punto de estallar, cuando al levantar uno de sus uniformes, descubrí unas “panties” en el fondo de la cesta. Las tomé y con mucho cuidado, busque con ansiedad infinita la zona de la tela de la entrepierna. Las manos me temblaban, al más mínimo ruido tendría que volver a colocarla en su lugar. Después de prestar atención, a lo que sucedía en el piso superior, la tomé esta vez para examinarla con detenimiento. Al buscar en el reverso de la tela, en la parte que estaba directamente en contacto con su sexo, descubrí con morboso placer una mancha blancuzca que al tocarla aun permanecía algo húmeda, loco de deseo, pensé que debían ser con las que había dormido esa noche. Lentamente la llevé a mi nariz y aspire con fuerza ese delicioso aroma de mujer. El olor era calido y penetrante. Una mezcla de sus fluidos vaginales, sudor por el calor de la entrepierna y algunos vestigios de orine. Mi pene estaba a punto de reventar, ya comenzaba a mojar mi ropa interior con abundante líquido preseminal. Me encontraba sumergido en pleno éctasis olfativo, cuando escuché demasiado tarde, los pasos de Rosa Maria. Estaba terminando de cerrar apresuradamente la cesta de ropa cuando ella de repente entró en el baño.

_Aja, dígame… ¿y que está haciendo el niño Rafael aquí en mi baño?

La voz de Rosa María a mis espaldas, casi me mata del susto y tuve que hablarle sin voltearme para que no ser delatado por mi evidente bulto. Además ya se me empezaba anotar una pequeña mancha de humedad en el pantalón de pijama
.
_Es que… estaba buscando… mis zapatos deportivos ¿tú no los has visto por aquí?_ dije esto al momento que me agachaba bajo el lavamanos para que no me viera de frente.

_ ¿Tus zapatos? ¿Y desde cuando tus zapatos están en mi baño?
_No se, pensé… que a lo mejor…tu…_ dije esto reincorporándome pero aun de espaldas a ella.

_Yo nada, yo no he visto tus zapatos y no están aquí…

Ella, tomándome por el brazo me volteó quedando ambos, frente a frente, cerca, muy cerca. Al sentir tan próximos nuestros cuerpos ambos hicimos silencio, nuestras miradas se clavaron una en la boca del otro. Rosa todavía me tenía sujetado el brazo, sin darse cuenta me apretaba con fuerza. Esta vez fue ella la que se puso nerviosa, y separándose repentinamente me dijo:
_Esta bien, sal de aquí, aquí no hay nada tuyo… _ fue entonces cuando se percató de que la tapa de la cesta estaba mal cerrada, y con la prisa, había quedado algo de las panties colgando por fuera. Con toda la malicia de que era capaz, esbozó una picara sonrisa.
_Ahhhh… ya veo.
_ ¿Qué? ¿Qué ves?
_Nada, nada, sal de aquí, ya veo lo mal que te sientes…
_Si, bueno, ya me siento mucho mejor_ esta ves fui yo, el que sonreí con picardía.
Pero Rosa estaba dispuesta a seguir el juego.
_Esta bien sal de aquí… que me estoy orinando _ y diciendo esto se puso las manos en la entrepierna inclinándose un poco hacia delante y de un empujón me echo fuera del baño y cerró la puerta. Yo me quedé allí parado, escuchando desde afuera el agudo y potente chorro de orine chocar contra el agua de el w.c.


Una semana después, una mañana antes de salir al liceo, recordé que tenía un partido de básquet el sábado, y no estaba seguro si mi uniforme estaba limpio. Corrí a pedirle a Rosa María para que lo lavara para ese día. Al entrar en el lavandero, me la encontré cargando la lavadora.

_ Por favor Rosa, no te olvides de lavar mi uniforme que tengo partido el sábado.
_ Y… ¿dónde está?, porque… aquí no lo veo._dijo un poco enojada señalando un gran montón de ropa en el piso.
_ Si, allí está, debajo de esa camisa azul.
_ Ah… si, ya… esta bien, no te preocupes yo te lo lavo._dijo sin mirarme y continuo metiendo ropa en la lavadora.

_Gracias, Rosita_ le dije, y seguidamente me encaminé hacia la puerta. Pero justo cuando me disponía a salir, me di cuenta que se me había olvidado decirle algo más y me devolví. Evidentemente Rosa no me sintió venir, mi sorpresa fue mayúscula, cuando me encontré a la muchacha con mis shorts en sus manos. Los estaba sosteniendo frente su rostro, luego, cerrando sus ojos, los puso sobre su nariz e inhaló profundamente su olor justo en la zona de la entrepierna. Su expresión fue de placer, probablemente el mismo que sentía yo oliendo sus panties. Me quedé petrificado, completamente mudo, sin saber que hacer. En silencio me retiré sin que ella se enterara que yo la había visto. Ese día me fui camino al liceo aun más enfermo de excitación y deseo.


Desde el incidente del lavandero, Rosa estaba distinta. La notaba irritable, e incluso algo triste. Me evitaba o se dirigía a mí para lo más indispensable. Yo trataba de búscale conversación, pero ella me respondía con monosílabos. Mi cabeza estaba llena de dudas. ¿Le habría dicho o hecho yo algo que la molestara? Pero una tarde creí encontrar parte de la explicación de tal actitud.
Mis padres y mi hermana, habían salido a un compromiso familiar esa tarde. Yo siempre que podía me negaba con cualquier excusa, pues no perdía la oportunidad para quedarme solo con ella en la casa. Después de almorzar me fui al saloncito de la televisión y me quedé dormido en el sofá. Al despertar decidí que estaría más cómodo en mi cuarto. Pero antes de acostarme en mi cama, me dieron ganas de orinar y entre en mi baño contiguo a mi cuarto.
Estando en el baño escuché que Rosa María entraba en mi habitación. Entreabrí la puerta y pude observar que estaba poniendo en mi cama sábanas limpias. Pero al halar para sacar las sucias, descubrió unas cuantas revistas “porno” que yo tenia escondidas bajo el colchón. De momento mi rostro se puso rojo de vergüenza. Pero la muchacha se sentó en el borde de la cama y comenzó a hojearlas con interés. Su rostro, que en un principio era de asombro, se fue convirtiendo en placida sonrisa al descubrir que todas, sin excepción, era números especiales dedicados a modelos negras.
La última de las revistas era una “XXX”. En sus imágenes se veían mujeres negras teniendo sexo con hombres blancos en todo tipo de posiciones. Con cada página que pasaba aumentaba el interés de Rosa. Estaba seguro que era la primera vez que la muchacha observaba una revista de ese tipo Entonces, mi vergüenza se convirtió en excitación al percatarme de que sus pezones comenzaban a notarse a través de la delgada tela del uniforme. Con nerviosa insistencia arreglaba su cabello. Detrás de mi escondite se me formo un nudo en la garganta al ver que su mano lentamente comenzaba a deslizarse bajo su uniforme desnudando un poco sus piernas, luego la introdujo para acariciar su entrepierna De tanto en tanto cerraba los ojos para concentrarse en el placer que estaba experimentando. Al instante dejó escapar un gemido que la puso nerviosa por temor a ser descubierta. Rosa María volteo hacia la puerta, y como supuse que ella me hacia dormido en el sofá de la televisión, decidí seguir con el juego que ella había iniciado. Justo en el momento que se disponía a seguir disfrutando de las imágenes de la revista, hice un ruido en el baño. Rosa María dio un salto y de espaldas a la puerta comenzó a arreglarse el vestido Yo esperé a darle tiempo para que volviera poner las revistas debajo y entre haciendo ruido al cerrar la puerta del baño.
_ Rosa, si ya terminaste, quisiera dormir un rato más._le dije fingiendo pereza.
_ Y tu… ¿desde cuando estás en el baño? _me preguntó Rosa algo sorprendida y nerviosa.
_ El mismo que tú tienes aquí en mi cuarto ¿por qué? ¿A que viene la pregunta?
_Nada, nada, solo que no te había sentido, pero ya me voy.

Yo no le quitaba la mirada de sus pezones que aun se pronunciaban en la tela de su vestido. Ella bajo la mirada y salió con prisa del cuarto.
_Te dejó para que sigas durmiendo… y soñando… _dijo esto con ironía, justo antes de desaparecer en el vano de la puerta.

Desde esa tarde, quedé convencido que Rosa me deseaba tanto como yo a ella. Pero, también legué a la conclusión que el siguiente paso tenía que darlo yo.


Una semana después, el destino quiso que el viento comenzara a soplar a mi favor, y ese viento me traía el dulce perfume de Rosa María. Ese fin de semana, felizmente coincidieron dos eventos. El primero, toda la familia había recibido la invitación a la boda de una prima de mi madre en una ciudad del interior; el segundo, el lunes siguiente a ese fin de semana, era el examen fin de curso de matemáticas, la excusa perfecta para no asistir a la boda. Mi madre, por supuesto, hizo todo lo posible para evitar que yo me quedara esos días solo con la muchacha. Pero fue inútil, el examen era ineludible y quedarme en casa de algún familiar, imposible toda la familia asistiría a la boda de la prima. Por supuesto, yo hice mi mejor actuación, expresando el profundo pesar que me causaba el tener que quedarme “estudiando” mientras el resto de la familia se divertía.
El sábado en la mañana salí muy temprano a mi acostumbrado partido de básquet. Más o menos al mediodía regresé y encontré que Rosa me había preparado un delicioso almuerzo. En mi casa, no era costumbre que el servicio se sentara con nosotros en la mesa, pero dada la ocasión, y en vista que estábamos los dos solos, la invite a sentarse conmigo a almorzar.
_Rosa, ¿por que no te sientas y me acompañas?
_Ay, no se niño Rafael si sea correcto, no vaya ser que su mamá se moleste.
_ Mi mamá no está aquí. Y no se si sea correcto, pero no quiero comer solo… por favor_ dije en tono de suplica.
La muchacha después de un breve silencio.
_Está bien, pero que no lo sepa su mamá, no vaya ser que me bote.
_Ay Rosa, ¡por Dios!, como te va a botar por eso. Pero está bien, no diré nada.
Rosa algo nerviosa vino a sentarse a la mesa. Yo la recibí con una inmensa sonrisa. Un segundo después se dio cuenta que no había servido su plato. Al intentar parase yo la detuve.
_No por favor, no te muevas, deja que se yo quien te sirva por esta vez._ Dije parándome inmediatamente. Ella me respondió con una tímida sonrisa.
Comimos intercambiando miradas y sonrisas de tanto en tanto. Al terminar de almorzar se instaló un silencio que ambos buscábamos inútilmente la manera de romper.
_Estaba muy sabroso todo Rosa, muchas gracias.
_No, quien tiene que darle las gracias soy yo, niño Rafael, por invitarme a la mesa._ Dijo bajando la mirada.
_Rosa, ¿te puedo pedir otro favor?
_Si dígame, si lo puedo complacer…
_Aunque sea por este fin de semana, ¿podrías de dejarme de llamar niño Rafael? Me haces sentir como niño y además, tú no eres mucho mayor que yo…
La muchacha soltó una carcajada, se paró de la mesa y recogiendo los platos me dijo.
_ Y… ¿Cómo quiere que lo llame? ¿Sr. Rafael?
_ No por favor, simplemente Rafael,

Entonces, se acercó lo bastante como para que nuestros rostros quedaran muy cerca uno del otro, me miró fijo a los ojos, mi cuerpo comenzó a temblar por la proximidad de su cuerpo, por la profundidad de su mirada, sus senos casi rozaban con mi pecho, su boca carnosa frente a la mía. Levanto su mano y acariciando mí mejilla me dijo en voz baja:
_ Aunque creo que todavía eres un niño, está bien Rafael, te voy a complacer_ y diciendo esto se dirigió al fregadero:
_ Ahora me disculpas pero tengo que fregar todo esto_ dijo con las manos metidas en el lavaplatos
Yo me quedé petrificado, mudo, como un tonto. Su caricia simplemente me desarmó y mi reacción sólo confirmaba su sentencia: al menos, frente a ella, seguía siendo un niño.
_Bueno… este… gracias… voy a estar en mi cuarto, tengo que estudiar.
Y diciendo esto salí corriendo de la cocina hacia mi habitación.
Después de casi una hora viendo el techo de mi habitación, resolví salir a dar una vuelta por la cuadra para distraer en lo posible mi obstinado deseo por la muchacha. Me encontré con algunos amigos en el parque, pero toda conversación me parecía aburrida. Entonces decida regresar a casa, pero antes me detuve en el abasto para compara algunas cervezas y algo de comer con la idea de disfrutar de algunas películas en el DVD que tenia pendientes por ver. Al llegar a casa y saludar en voz alta no recibí ninguna respuesta por parte de Rosa María, entonces deduje que escaria tomando una siesta aprovechando que mis padres no estaban, no insistí y después de poner a enfriar las cervezas, me fui directo a la habitación y puse una película. Al poco tiempo me quede dormido.

Como las siete de la noche, después de darme un buen baño, me vestí solamente con unos pantalones deportivos largo, sin interiores y mi torso desnudo, hacia muchísimo calor. Bajé a la cocina en busca de una cerveza y mientras buscaba en la nevera apareció Rosa María. Mi corazón comenzó la latir con fuerza al verla. Recién salía del baño, su cabello estaba mojado. Aunque llevaba el uniforme de siempre, se notaba que había estado acicalándose. Pies y manos cuidadosamente arregladas. Algo de maquillaje en el rostro, apenas para resaltar sus bellas facciones. Yo me quedé sin palabras al verla:

_ ¿Y a ti que te pasa?_ Dijo con tono alegre
_Que me pasa... nada, que estás… no se diferente._ dije torpemente. Al lo cual ella respondió con una sonrisa.
_ ¿Y tu ¿no tenias que estudiar?
_ si, pero ya terminé
_ ¡Ya!
_ Me voy a tomar una cerveza, hace mucho calor ¿quieres una? Acompáñame.
_No, tú estás loco, si tu mamá se entera me echa para la calle
_y ¿por que se va enterar? anda una sola… ven siéntate aquí _ le dije moviendo una silla del comedor.
_Está bien, pero una sola_ diciendo esto se sentó. Yo destape dos cervezas y fui hasta su pequeño radio.
_ Vamos a poner algo de música. No me digas que no te gusta la música, siempre te oigo cantar
_ Si, es que extraño mi pueblo, allá siempre escuchaba música a toda hora.
Le ofrecí la cerveza y ambos chocamos las botellas para brindar.
Uno frente a otro, estuvimos conversando sobre las fiestas patronales en su pueblo. Y ella me contó de cómo le gustaba bailar en cualquier ocasión. La escuchaba con el mayor interés, iba buscando cervezas de la nevera y ambos seguíamos bebiendo y hablando animadamente. Entonces en la radio pusieron una canción que ella reconocía.
_A mi me gusta mucho, siempre la escuchaba allá en mi casa
Entonces yo me paré y le di volumen a la radio, y en medio de la cocina le dije:
_Enséñame, enséñame a bailar… no se bailar, en serio._ Rosa soltó una carcajada.
_ ¿Cómo que no sabes bailar? El hombre de dieciséis años no sabe bailar
_No te burles, por favor, No se, que quieres que te diga, y tu si sabes, te he visto cuando estás trabajando, por favor…

La muchacha se paró de la mesa, se acercó, parada mirándome a los ojos, me dijo:
_ Esta bien, a ver… pon tu mano aquí en mi cintura y dame la otra. Todo lo que tienes que hacer es dejarte llevar por la música… y por mi.
Al principio traté de seguir los pasos de Rosa, pero lo hacia con bastante torpeza, hasta que la muchacha acerco su boca a mi iodo y con voz muy suave, casi inaudible me dijo:

_ Deja que la música te lleve.

Y dicho esto estrechó aun más su cuerpo al mió y comenzó a moverse al ritmo de la música con pasos muy cerrados. Podía sentir su calor y el movimiento de su cintura en mi mano, el suave rose de sus muslos, el delicioso aroma de su piel que ahora comenzaba a transpirar. Luego, nos abrazamos estrechamente. Su cabeza se posó en mi pecho y comenzamos una danza aun mas intima. Nuestros cuerpos se frotaban uno contra el otro, cada vez más sudorosos por el calor del baile. Sus caderas se quebraban en un movimiento ondulante y cadencioso. Podía sentir su pubis de espeso vello a través de la tela en uno de mis muslos. Luego sus brazos se aferraron a mi cuello lo que expuso sus axilas dejando escapar aún más su fuerte aroma. Cerré los ojos para extasiarme con su perfume natural. Entonces, Rosa María deslizó su nariz por la piel de mi pecho desnudo aspirando su olor a la vez que pasaba su lengua saboreando mi sudor. Yo comencé a desabotonar su vestido, al quitar el botón de su pecho, se liberaron dos hermosos senos de oscuras y pronunciadas aureolas, de erectos pezones. Toda la piel de su torso estaba perlada de sudor. Nos abrazamos con fuerza estrechando nuestros cuerpos empapados. Podía sentir sus senos endurecidos de excitación.
De pronto, nos detuvimos. Entonces la llevé hasta cerca de la mesa, una vez allí, me agaché para rozar mi nariz por su abultado pubis olfateado con fuerza, al momento que ella con una picara sonrisa me dijo:

_ Sé que eso es lo que más te gusta ¿no? Las he tenido puestas todo el día para ti.

Sin decir palabra, muy lentamente, comencé a bajar las panties descubriendo un pubis de espeso y oscuro vello, muy bien recortado en un perfecto triangulo. Al descubrir la zona de la entrepierna, la tela estaba empapada de su fragante flujo vaginal que me dejó extasiado. A esa distancia, podía apreciar con claridad como su elixir comenzaba a chorrear entre sus muslos, como sus labios mayores se abrían por la excitación, permitiendo que afloraran sus labios menores como una orquídea ofreciéndome su exquisito néctar que no dudé en libar de inmediato. Mi lengua recorrió toda su vulva, desde atrás hacia adelante hasta llegar a su clítoris que chupe hasta arrancar pequeños y entrecortados gemidos de placer a la muchacha. Ella me detuvo y yo me incorpore frente a ella de nuevo, luego se agachó frente a mí haciendo lo mismo. Paseó su nariz a todo lo largo de mi pene bajo el pantalón y con ambas manos lo bajo liberando mi miembro

_ Ya veo a que te referías cuando te molestabas por lo de “niño Rafael” ¡estás bien armado muchacho!

Y diciendo esto, arremangó el prepucio, descubriendo la punta enrojecida y lustrosa de líquido. Acercó su nariz a mis testículos, a mi vello púdico, recorrió a todo lo largo de mi pene hasta llegar al glande. Con la mano lo acarició de arriba a abajo.
_ A mi también me enloquece tu olor… y ahora veremos como sabes_ y diciendo esto, pasó su lengua a todo lo largo hasta llegar al la punta que saboreó con delicadeza besándolo y chupándolo con sus carnosos labios de negra. Un indescriptible cosquilleo recorría todo mi cuerpo y mis piernas estaban a punto de flaquear por el increíble placer que aquella mujer me estaba haciendo sentir.
Aquella escena me hacia recordar las innumerables noches que me masturbé fantaseando con aquella hermosa morena que ahora tenia frente mi entregada a cualquiera de sus caprichos sexuales.

Luego, con una gran sonrisa, se sentó en el borde de la mesa y abriendo sus piernas, apoyadas sobre sus talones, ofreciendo su henchida y mojada vulva color guayaba.

_ Ahora vas a conocer lo que es una verdadera cuca con cangrejera.

Parado frente a ella y toqué con mi glande la entrada de su vagina, rozando suavemente sus labios menores, acariciando con delicadeza su clítoris. Estaba empapada lo que hacia que se deslizara con suavidad. Ella me tomó por la cintura y buscó mi boca para darme un beso. Nuestras lenguas se entrelazaron. Sus manos bajaron por mi espalda hasta llegar a mis nalgas, una vez allí, me atrajo hacia ella, despacio, pero con firmeza. Fui entrando lentamente por su estrecha vagina, ella no se detuvo hasta que entró completamente, hasta que su vagina abrazó fuertemente la base de mi mástil. Con voz suave, me dijo al oído:
_ Quédate quieto, no te muevas, déjame a mi…

Sus piernas se elevaron para entrelazarse sobre mi espalda. Sus manos se aferraron a mi cintura. Con pausa, sus caderas comenzaron a moverse dibujando círculos en torno a mi miembro. Con cada giro, nacía en su garganta un leve gemido de placer. A medida que aumentaba la intensidad de sus movimientos, aumentaba el volumen de sus sonidos guturales. Sus uñas se clavaban rasgando la piel de mi espalda… En la cúspide de su excitación, Rosa casi sin aliento me dijo:
_ ¡Muévelo ahora!, sácalo y mételo… ¡hazlo! ¡te lo suplico!

Yo me dejé llevar envistiendo con fuerza su interior, siguiendo el ritmo de sus caderas, también con movimientos circulares. Ella se aferró a mi hombro con sus dientes emitiendo gemidos de placer y cambiando el movimiento de sus caderas, ahora hacia arriba y hacia abajo. Fue entonces, cuando su vagina comenzó a palpitar, sus contracciones engullía mi miembro proporcionándome un placer desconocido para mi hasta ahora. Estaba siendo premiado con una “verdadera cangrejera” Mi pene también palpitaba al compás de sus contracciones. Sus flujo vaginal chorreaba por sus nalgas, blanco y espumoso. Solo se escuchaba el chasquido acuoso de nuestros genitales en feroz contacto.

_Acábame dentro, acábame dentro, ¡por favor!

Me suplicaba la muchacha con su aliento entrecortado. A la vez que todo su negro y hermoso cuerpo se tensaba en un instante de máximo placer, para luego abandonarse en un prolongado gemido, mientras yo empujando mi pene hasta lo más profundo de su cuerpo, descargaba todo mi semen en su interior.
Ambos caímos exhaustos sobre la mesa. Nuestros cuerpos empapados en sudor. Nuestros genitales enrojecidos e impregnados de nuestros respectivos fluidos. Todo el lugar olía a sexo.

Satisfechos nos fuimos a mi habitación. Ella posó su cabeza en mi pecho y sin decir palabras nos quedamos dormidos.

lunes, 28 de junio de 2010

Aisha y Yamila



De vuelta a la cabaña, lo primero que hice fue tomar un largo baño y acostarme para reponer mis fuerzas después de la agotadora aventura en la selva. Aisha había estado callada todo el camino de regreso, quizás ella estaba un poco avergonzada de su desenfrenado comportamiento. Yo traté de convencerla de que nunca había conocido una mujer más ardiente y desinhibida. Y por supuesto, lo que habíamos hecho, quedaría entre nosotros. Aisha, sin decir palabras sólo se remitía a asentir con la cabeza y sonreír.

Me despertaron los sonidos nocturnos propios del lugar que desde lo más profundo la selva venía a saturar el lugar de misterio. Me paré de la hamaca para orinar y pude ver una leve luz que provenia de la ventana de la habitación de Aisha. Al acercarme escuché las voces de dos mujeres que susurraban entre risas. Pude identificar con claridad la voz de mi deliciosa anfitriona. Me sorprendió el hecho de que hubiese otra mujer en la pequeña granja. No parecía ser una mujer mayor, ya que su tono de voz y su risa era tan suave o más que la de mi bella amante africana. El cansancio pudo más que la curiosidad y decidí regresar a mi hamaca vencido por el sueño.

El calor no me dejó dormir hasta muy tarde. El sol me golpeó en la cara desde muy temprano. Además tenía un apetito voraz. Así que me levanté con la intención de darme un baño. Junto a la ducha conseguí ropa limpia y un par de sandalias de cuero que parecían estar nuevas y eran exactamente de mi talla. Después de vestirme, me dirigí a la cabaña en busca de Aisha, como siempre estaba frente al fogón preparando el desayuno. Esta vez llevaba puesto el vestido sencillo del primer día. Pude notar que llevaba una diminuta prenda de ropa interior. Seguidamente me sorprendió el hecho que había puesto tres lugares para comer en la modesta mesa.

_Buenos días, espero que hayas descansado lo suficiente_ Me dijo con su habitual picardía.

_Si, dormí profundamente, creo que tenia años sin dormir tan sabroso._ dije porque era realmente la verdad.

_Que bueno, me imagino que tienes muchísima hambre_ dijo una vez más desplegando su radiante sonrisa.
_ Antes de que te sientes quiero que conozcas a alguien… ¡Yamila! _
Dicho esto señalo hacia la puerta de su pequeña habitación. Con paso tímido y sin decir palabra entro una muchacha un poco mas joven que Aisha, igualmente de piel negra , tendría a lo sumo quince o dieciséis años, su cabello igualmente corto, figura delgada, de espaldas anchas y senos pequeños y a pesar de su joven edad nalgas prominentes y piernas bien formadas. Iba vestida con unos short de jeans bastantes cortos y raído, y una franelilla muy corta que dejaba ver su vientre plano y musculoso. Calzada con sandalias de cuero y llevaba una pulsera de cuentas de colores en uno de sus tobillos. Su rostro redondo, casi de niña, de grandes contrastes: ojos almendrados con grandes pestañas, nariz perfilada y boca gruesa, cuyo labio inferior caía carnoso dejado ver algo de su rosado interior.
_Ella es mi prima Yamila, es hija de una hermana de mi padre que vive en el pueblo._y dirigiéndole a la muchacha _ Saluda muchacha, ella parece un poco tímida, pero, deja que la conozcas_ dijo Aisha y entre ambas intercambiaron sonrisas de complicidad que me hicieron sospechar que todavía me quedaba por conocer este lugar.

Disfrutamos de un delicioso desayuno hecho por ambas muchachas. Los tres comimos en silencio, pero de vez en cuando ellas intercambiaban miradas que me hacia pensar en las risas que venían de su habitación la noche anterior. Al terminar de comer me fui dar una vuelta para conocer los alrededores mientras las chicas se quedaron recogiendo y lavando los trastes. Después de dar algunas vueltas, regresé y encontré que las dos muchachas habían colgados dos hamacas en el caney, una frente a la otra, las dos se divertían meciéndose y riéndose juguetonas.

_Hola, veo que se están divirtiendo_ solo obtuve risas por respuesta _bueno no las interrumpiré…
_No, por favor, acompáñanos. _ Y diciendo esto, Aisha se levantó de la hamaca._ ponte cómodo aquí, yo me siento en esta con Yamila.
Así lo hice, me recosté a lo largo de la hamaca y las dos jóvenes quedaron muy juntas en la otra hamaca frente a mi. Aisha pasó su brazo por encima del hombro de su prima, prácticamente la tenia abrazada, Sus preciosos rostros quedaron muy cerca uno del otro, sobre la tela blanca de hamaca, haciendo un bello contraste con sus pieles oscuras. Ambas cruzaban miradas y reían acurrucándose una contra la otra.

_Creo que hoy va hacer mucho calor _dijo Aisha dirigiéndose a Yamila y esta le respondidó con una sonrisa_ creo que te deberías quitar eso primita para que estés más cómoda_ y sin darle tiempo a reaccionar, le sacó la franela obligándola a levantar los brazos. La joven quedo con sus pequeños, pero muy firmes senos al aire, que rebotaron cuando la muchacha bajó los brazos. Abajo, en mi pantalón mi miembro reacciono inmediatamente. Pero preferí quedarme a esperar por donde iba el juego que obviamente tenía planificado para mí. La chica tenía un torso perfecto, espaldas anchas y hombros redondeados. Sus incipientes senos, tenían aureolas grandes y cónicas, como dos teteros rematados en dos erectos pezones. La boca se me estaba haciendo agua de solo verlos. Las dos chicas comenzaban a sudar por la proximidad de sus cuerpos. Entonces Aisha, en un nuevo gesto juguetón:

_Vamos muchacha, quítate eso también, para que te refresques _ Yamila levantó sus caderas y sin salir de la hamaca se quitó el shot quedando solo con su ropa interior. Ambas rieron estruendosamente. Yo en mi lugar observaba.
_ Bueno, ahora me toca a mi _ dijo Aisha despojándose de un solo tirón de su vestido, quedando solo en sus diminutas pantaletas. Las dos chicas quedaron muy juntas, abrazadas una de la otra, viendo mi cara de satisfacción.

Después de un silencio las dos chicas aproximaron sus bocas y frotaron las puntas de sus rosadas lenguas a la vez que intercambiaban deseosas sus alientos. Aisha posó su mano sobre el seno de Yamila. Esta respondió con leve gemido y ambas se sujetaron en un apasionado beso. Desde mi hamaca podía ver como se mordían sus carnosos labios, frotaban sus lenguas, intercambiaban su saliva. Parecía que se iban a devorar una a la otra. Yamila bajo por el cuello besando y chupando desenfrenada la oscura piel de su prima, a lo cual Aisha respondía inclinando la cabeza hacia atrás para que la joven muchacha lamiera la piel sudorosa de su prima, dibujando un camino hacia sus senos ahora completamente duros por la exitacion. Yamila se separó unos instantes y con un veloz movimiento despojarse de la ropa interior, la cual lanzó y yo me apresuré ha atajarla en el aire. Al tenerlas en mi mano noté que estaban completamente mojadas de un fluido transparente y algo espeso y pegajoso. Instintivamente las llevé a mi nariz y esperé a que las chicas me miraran para pasarle la lengua y degustar tan delicioso néctar.
El aroma era fuerte, se podía percibir olor a restos de orine mezclado con sudor y fluidos vaginales producto de las hormonas exacerbadas de una muchacha de su edad. Aisha metió la cabeza en la entrepierna de la chica y comenzó a devorarle su sexo. Yo desde mi lugar no podio ver nada pero el rostro de Yamira me revelaba el placer que sentía por las caricias de su prima: sus ojos tornados hacia arriba, su boca entreabierta, sus manos crispadas, y sus caderas se agitaban en busca del ansiado orgasmo que no tardo en alcanzar, dejando escapar un callado gemido gutural. Aisha levantó la cabeza y se pasó la legua por los labios saboreando los fluidos de su primita.
Al verme Yamira se puso de pie y se encamino hacia mí. Fue cuando me pude percatar realmente de lo bella que era la muchacha. Una figura delgada de suaves curvas. Espalda y hombros anchos, senos, como ya dije pequeños pero puntiagudos y erectos. Vientre exquisitamente plano. Piernas largas y muslos fuertes propios de las mujeres del campo, acostumbradas a trabajos fuertes. Su pubis con mucha más vello que su prima de mas edad, sus labios mayores ahora estaban muy abiertos por la exitacion, y se asomaban como pétalos, unos encarnados labios menores. Su clítoris comenzaba a asomarse bajo su hinchado chapuzón.

Al llegar junto a mi Hamaca volteo la mirada en busca de la aprobación de su prima.
_Hazte a un lado_ me dijo con voz suave. Luego se sentó frente a mí, como quien monta un caballo y echando sus piernas hacia arriba, casi pegando de sus hombros me dijo:
_ Si te gustó tanto el sabor de mi ropa interior, será mejor que pruebes directamente_ dicho esto, abrió con dos dedos sus labios menores, exponiendo su juvenil vulva de color salmón. Su néctar vaginal corría hasta mojar el interior de sus muslos. Su delicioso olor llegaba hasta mi rostro penetrando mis fosas nasales. La joven Yamira se mordía el labio inferior de deseo. Yo no pude posponer más mi desenfrenada lujuria y me lance sobre aquella flor como un desesperado introduciendo mi lengua en su palpitante almeja. La chica comenzó a emitir unos sonidos guturales mientras clavaba sus uñas en mi cabello empujando mi cabeza hacia su entrepierna. Yo movía mi lengua como una serpiente, chupando su clítoris, lamiendo sus labios, bebiendo de sus fluidos que formaban hilos en mi boca, en mi lengua, en todo mi rostro empapado de su viscoso fluido. Aisha frente a nosotros se despojo de su pequeña pieza de ropa y se sentó con las piernas abiertas. Con su mano derecha comenzó a masturbarse, presenciando el espectáculo que ofrecíamos mi joven amante y yo.

Desde unos leves gemidos guturales hasta verdaderos gritos, Yamila comenzó expresar el placer que estaba experimentando con más y más fuerza. La muchacha tímida había desaparecido, para dar paso a una verdadera fiera salvaje. Entonces la tomé por las axilas con ambas manos y de un fuerte tirón la levanté, la muchacha quedó parada con una pierna en cada lado de la hamaca. Yo, acostado a lo largo, con mi miembro como un mástil justo bajo su entrepierna. Yamila lo miraba con deseo y temor. Desde mi ángulo de visión podía ver su vulva hinchada y chorreante que palpitaba sin cesar. Entonces la negrita tomo mi pene con su mano y comenzó frotar mi glande en la entrada de su almejita, entre sus labios menores, meneando en círculos sus caderas para acariciar su clítoris con la punta.
La chica a pesar de su juventud era una maravilla y conocía lo que su cuerpo requería para conseguir el máximo placer. Aisha se levantó de su posición de espectadora y decidió participar. Al igual que Yamila, puso una pierna a cada lado de mi hamaca y parada frente a su prima, me ofreció su desplegado y humado sexo justo sobre mi rostro. Yamila lentamente comenzó a descender para que mi miembro fuese penetrando en su ansiosa vagina. Manejaba con gran maestría sus músculos vaginales apretando mi pene cuando entraba y los relajaba cuando salía., acariciándolo en toda su extensión con sus labios menores y frotando su clítoris contra la base de mi mastil. Con cada movimiento su cintura se quebraba de manera asombrosa, a intervalos regulares lo dejaba hasta el fondo donde por instante lo dejaba para disfrutar de toda su extensión, y una vez mas volvía a comenzar su danza acompañada por la música de sus tiernos gemidos. Mi miembro estaba ahora cubierto de un fluido espumoso que emanaba del su vagina, producto del intenso contacto entre nuestros sexos. Mas arriba, Aisha y Yamila se abrazaban apasionadamente, frotando sus lenguas y acariciando sus senos mientras sus cinturas giraban rítmicamente, mientras yo succionaba, lamía, mordía la vulva de Aisha que la estrujaba contra mi boca bañando toda mi cara de su inagotable fuente. Un largo gemido me anunció que Yamila alcanzaba otro de sus un intensos orgasmos mientras su vagina apretaba mi miembro, produciéndome un placer infinito que casi me hace eyacular. La joven cayó rendida sobre mi pecho dejando sus nalgas elevadas. Aisha se desplazó al otro lado y abordando a la joven por detrás comenzó a lamer su espalda empapada de sudor mientras que con ambas manos acariciaba los delicados senos. Su lengua siguió el recorrido de la columna vertebral, en su cóccix se detuvo, y lentamente siguiendo el camino entre sus abombadas nalgas hasta llegar a su ano. Al apenas rozarlo la muchacha reaccionó cimbrando su espalda exponiendo aun mas su enrojecida vulva, mientras se aferraba con sus uñas a mis pectorales hasta hacerlos sangrar. Aisha lamía toda la entrepierna de su prima, desde su clítoris hasta su palpitante ano, alternado sus lengüetazas con mi miembro apunto de reventar. Aisha, arrimó un poco a Yamila hacia mi y se introdujo mi pene por la vagina, y con ambas manos en las caderas Yamila, comenzó a mover sus caderas. Yamila retrocedió para estrujar sus nalgas con el pubis de Aisha, que se desvaneció con un largo gemido sobre la espalda de Yamila, a las ves que mi palpitante miembro se vaciaba en su ardiente interior.

viernes, 25 de junio de 2010

Aisha








Había decidido viajar por aquella zona de este lejano país en busca de los rostros que desde hacia algún tiempo quería fotografiar. En toda aquella basta región, desde la época colonial, sus pobladores se han dedicado al cultivo del cacao. En su mayoría son gente de raza negra, descendientes del los antiguos esclavos traídos de África para el duro trabajo de esta exuberante y calurosa selva tropical. Mientras avanzaba en la estrecha carretera, podía disfrutar de las robustas mujeres que deambulan por las orillas del camino. Disfrutando de su especial cadencia sus caderas. Mujeres de piernas largas y carnes firmes cuya piel oscura y lustrosa, brilla bajo el sol tropical. Con seguro paso se desplazan con determinación elevando sus brazos para sostener la carga sobre sus cabezas. En cada irregularidad del camino, sus senos brincan turgentes bajo la delgada y escasa tela que visten como la mejor manera de combatir el calor de estas tierras. Al verlas puede uno presentir el aroma que emana su piel de bronce castigada por el sol.
Disfrutando de tan hermoso paisaje estaba cuando un atronador ruido en el motor de mi auto me obligó a detenerme a un lado de la carretera. Me bajé con prisa, y al abrir el cofre, una inmensa humareda me anunció que la situación de mi auto era bastante seria. Mire alrededor en busca del algún aldeano que pudiera ayudarme, pero la visión era desoladora, no lograba descubrir en ese trecho del camino ningún signo de civilización, todo era exuberante vegetación tropical. Después de asegurar el auto, tomé mi equipo fotográfico y me dispuse a caminar en busca de la población más cercana.
Después de avanzar un par de kilómetros mi ropa estaba empapada de sudor, era pleno mediodía y el día estaba en su momento más caluroso. De pronto me percaté de una pequeña vereda que zigzagueante penetraba en la espesura de la selva y supuse que me llevaría por lo menos alguna aldea. No había caminado mucho tiempo cuando pude divisar una pequeña columna de humo tras unos arbustos, a unos minutos de camino. En efecto, al llegar me encontré con una humilde cabaña, junto a lo que parecía ser un granero y otras instalaciones agrícolas, rodeada de algunas animales de corral.

_Buenas tardes_ grite varias veces, pero no recibía respuesta. _ ¿Hay alguien que pueda ayudarme por aquí?
La pequeña casa apenas tenía un paño de tela colgando a manera de puerta. Corrí un poco la cortina para asomarme y al no ver a nadie, entre. En su interior aun permanecía encendido un pequeño fogón, con un par de viejas hoyas todavía humeantes, alguien había estado cocinado hacia apenas unos instante, lo que me hizo presumir que la persona que allí habita se había asustado con mis gritos.

_No tema por favor, solo necesito algo de ayuda, ya que mi auto se averió._continué gritando sin recibir respuesta.

Repentinamente el recinto se iluminó a mis espaldas, alguien había corrido la cortina de la entrada y al voltearme descubrí una figura que se recortaba a contraluz en el vano de la puerta del rancho. Mis ojos no podían creer lo que estaba frente a mí. La delgada figura de una joven negra, aun sostenía la deshilachada cortina con un largo y bien torneado brazo. Sin decir palabra, entró dejando caer de nuevo la tela, volviendo a quedar en la penumbra. Una vez que mis ojos se acostumbraron a la precaria iluminación interior, pude detallar lo que tenía frente a mí: Una joven que debía tener no más de veinticinco años de edad, su cuerpo era delgado, sus piernas largas, una cintura estrecha que remataba en una espaldas anchas y algo huesuda. Al aproximarse, logré ver un rostro de nariz pequeña y ojos almendrados color de miel. Al descubrir mi inocultable asombro, esbozó una sonrisa con unos labios carnosos dejando ver una dentadura perfectamente blanca. Llevaba el cabello casi rapado lo que permitía apreciar una cabeza que armonizaba con un cuello largo y estilizado. Pero lo mejor de todo era que iba vestida con un sencillo atuendo: una bata cuya tela dejaba transparentar unos senos de mediano tamaño pero increíblemente erectos, como dos frutas que colgaban maduras y jugosas esperando ser degustadas, rematados en unos oscuro pezones que la delgada tela no podía ocultar. Una digna representante de su raza, una escultura de ébano, una diosa africana.

Mi primera reacción fue tratar de explicar mi presencia en lo que parecía ser su casa
Y me deshice en disculpas por mi intromisión.
_ En realidad no fue mi intención entrar…
_ No se preocupe, aquí las noticias corren rápido, y alguien me advirtió que usted estaba en dificultades con su auto…
_ Caramba, me sorprende como corren las noticias en este lugar tan despoblado, pero, ¿Cree usted que pueda ayudarme?, ¿Hay alguien por aquí que pueda llevarme a la población más cercana en busca de un mecánico?
_Bueno, la verdad es que ahora no hay nadie por aquí para ayudarlo, mi padre salió para el monte y no viene hasta el lunes, tendrá que esperarse.
_ ¡Esperarme! ¡Hasta el lunes! Pero ¿como?
_Si, lo siento_ respondió la muchacha con una sonrisa picara que me sorprendió aun mas.
_y por aquí ¿no pasan autobuses?, o cualquier otro transporte que pueda llevarme hasta el pueblo
-No hasta el lunes_ volvió a responder pero esta vez dejando escapar una carcajada que no se preocupo en contener.
_ ¿y que le causa tanta gracia? _le pregunte a la muchacha casi enojado_
_Nada, disculpe… es su manera de vestir… con este calor. No se preocupe, si quiere se puede quedar aquí, lo puedo acomodar en el granero junto a los animales.

- ¿Aquí? No quiero causarle molestias_ dije esto por pura formalidad porque la verdad que la idea de permanecer en aquel lugar con aquella belleza nativa, prometía una ser una emocionante aventura

_ No se preocupe, no es ninguna molestia, usted no se ve una mala persona y… bueno, la verdad es que, esto por aquí es bastante aburrido_ dijo la joven descubriendo un poco una de sus provocativos muslos al levantar algo su vestido para liberarse del asfixiante calor del lugar.

_Por cierto, ya que me voy a quedar aquí en su casa, me encajaría saber su nombre…
_ Aisha, como mi abuela, que era africana, eso me decía mi madre.

Dijo esto la joven dándose la vuela para salir de lugar dejándome ver unas deliciosas nalgas, firmes y elevadas hacia al cielo y que vibraban con cada paso que daba.
_Espere, ¿a donde va? Mi nombre es Carlos… Carlos Meyer, 35 años, fotógrafo de profesión y trabajo para una revista…

_ Encantada, ahora voy a prepararle el lugar para dormir antes de que se vaya la luz del día, como verá aquí se va la luz a cada rato. Ah…y luego voy a buscarle una toalla para que se de un baño, tiene usted un aspecto terrible, está sudando como un marrano.

Diciendo esto desapareció dejándome allí parado en medio de la pequeña cabaña con mi rostro empapado de sudor y de asombro. Comenzaba a pensar en la suerte que había corrido al averiarse mi automóvil. Absorto en estos pensamientos estaba cuando la voz de Aisha me trajo a mi calurosa realidad.
_ si quiere recuéstese un rato aquí hasta que pase el calor _ dijo Aisha señalando una hamaca que estaba colgando en un pequeño caney junto a la casa. _yo lo despierto para la hora del baño._
La verdad era que el calor me tenía agotado y sin decir palabra me descalce, me abrí la camisa un poco y me acosté. No paso mucho tiempo para que me quedara profundamente dormido.





No se cuanto tiempo paso, pero me despertaron la sacudidas de Aisha a la hamaca.

_Señor, despierte, venga, venga para acá ya es hora de que se levante.

Al abrir los ojos me encontré a mi bella anfitriona con los brazos cargados de algunos objetos.

_ Aquí tiene, toalla, jabón y algo de ropa de mi padre, no es muy fina pero, por lo menos es más fresca que eso que lleva puesto. Venga conmigo y le muestro.

Caminamos unos metros por detrás del granero y me llevo hasta el “cuarto de baño” No era mas que tres paredes de madera, y una cortina de tela liviana a manera de puerta. En su interior un pequeño piso de cemento pulido con una improvisada regadera que colgaba al final de una manguera. Afuera del tarantín, un pequeño y destartalado banco de madera.
_Aquí _ refiriéndose al banco_ puede dejar la ropa sucia que yo la vengo a buscar después. Y apúrese que ya no nos queda mucha luz…

Diciendo esto la muchacha desapareció de mi vista, momento que yo aproveché para comenzar a desvestirme. Una vez que estaba completamente desnudo procedí ha darme el ansiado baño. A pesar del calor, el agua estaba a una temperatura fresca y agradable. En el momento que estaba enjabonándome, me sorprendió la voz a Aisha detrás de la sencilla cortina.

_ Cuando termine, lo espero en la casa para que se coma algo, que debe tener hambre. Ah, me llevaré esta ropa para lavarla_ Dijo la muchacha, pero note algo de picardía en su voz, ya que la cortina era lo bastante transparente como para verme.
_ Gracias, ya voy a terminar _ dije con evidente nerviosismo en mi voz, a lo que la muchacha contesto con una risita entre dientes_
_ No se apure, mire que el agua esta muy sabrosa, y al cuerpo hay que darle lo que pide.

Estas palabras comenzaron a inquietarme, la verdad era que la muchacha además de su belleza, tenía una picardía natural que resultaba poderosamente sensual. Mi cuerpo comenzaba a dar las respuestas propias de estar completamente desnudo a escasos centímetro de una mujer como esa.


La indumentaria que me escogió Aisha consistía: en un pantalón de dril, apenas amarrado con una cinta de la misma tela, y una franela sin mangas muy propia para el clima. Aisha se excusó no podía facilitarme ropa interior. Situación que me pareció, además de razonable, añadía más sensualidad al momento. Una vez vestido, me dirigí a la cabaña. Al acercarme pude percibir el aroma de la comida. Al entrar encontré a la muchacha junto al pequeño fogón.

_Siéntese_ me indicó señalándome una mesa de cuatro puestos recostada de la pared con dos sillas de cuero de chivo._ le apetece tomarse una cerveza, esta bien frías, son lo mejor para el calor, dice mi papá._ y sin esperar mi respuesta fue a una vieja nevera y extrajo una botella que destapo con un destapador pegado a la pared del rancho.
_Por supuestos, gracias, dije sentándome.

La muchacha sirvió un suculento plato de una espesa sopa y se aproximó a la mesa por detrás de mí. Su brazo pasó junto a mi cabeza dejando su axila a pocos centímetros de mi rostro. Su olor corporal llego a mi nariz y estremeció todo mi cuerpo, era un olor dulce y fuerte, que me resultó definitivamente delicioso. Ese olor natural de las mujeres de su raza, toda su oscura y brillante piel, parecía despedir ese aroma que me resultaba tan excitante. Aisha notó que mi respiración se agitaba y dejó escapar una sonrisa.
_ Veo que le gusta el aroma…
_Perdón_ dije con evidente nerviosismo, al sentirme delatado.
_ Espero que le guste también el sabor… de mi comida, quiero decir_ contestó Aisha acercándoseme aun más, casi rozando su boca con mi oreja, pero inmediatamente se alejo diciendo.
_ ¿Quiere otra cerveza?, esto se pone cada vez mas caliente, ¿no le párese?
_Si, gracias… si en realidad hace mucho calor._ yo comenzaba a sudar nuevamente
La muchacha busco dos botellas y con notable agilidad la destapó. Las puso en la mesa y se sentó frente a mí con su cerveza en la mano. Sus ojos brillaban, su rostro apenas iluminado con agonizante luz de la ventana se veía aun más bello, su vestido transparentaba parte de su torso y sus senos ayudado con la luz del atardecer. De no haber sido porque realmente tenía mucha hambre, aquella mujer sentada frente a mí, era para quitarle el apetito cualquiera.
_ Por favor, coma, no me va ha despreciar la comida que le preparé con tanto cariño.
_ No, disculpe, pero es que me distraje con su…
_ coma, coma, y no hable más.

Después de la cena, nos sentamos afuera, frente a la cabaña, en un pequeño corredor. Aisha trajo un viejo mecedor. Justo en el momento de sentarse, juntó sus dos manos para doblar su vestido entre sus piernas, lo que le daba la libertad se sentarse con estas bastante abiertas. Sus ojos se clavaron en los míos. Después de tomarse un largo trago de cerveza sin desviar su mirada, la muchacha comenzó a mecerse.
_ Disculpa que te haga esta pregunta_ dije tratando de romper el hielo_ tus modales, tu manera de hablar, muchas cosas que veo en ti, no son de una muchacha del campo.
Después de regalarme una de sus hermosas sonrisas y tras un breve silencio…
_Tiene usted razón, yo me eduqué en la ciudad, viví allá con mi abuela materna, pero después que mi madre murió me vine acompañar a mi papá.
_Pero, aun siendo educada en la ciudad, conservas esa frescura de la gente de tu raza
_ ¿le parece? ¿Puede ser mas explicito?
_ bueno, quiero decir, tu belleza, tu gestos, tu manera de caminar… no se como explicarlo, la verdad…
_ No se preocupe, se lo que quiere decir_ diciendo esto se puso de pie y fue hasta un viejo madero que hacia de pilar del pequeño corredor. Allí se detuvo dándome la espalda. Al fondo una bombilla proyectaba sobre su cuerpo la luz, entonces pude detallar la silueta de su delgado y hermoso cuerpo. La delicada curva de sus caderas, su espalda, sus hombros anchos y sus brazos largos y bien torneados. Su estilizado cuello rematado en una sólida cabeza rapada que le daba un aspecto exótico, casi mágico. Estaba ensimismado, yo diría que embriagado por aquel espectáculo, de repente girando sobre si misma, la muchacha se dirigió a mí con tono casi autoritario.


_ Todavía se le ve cansado, creo que debería acostarse, cuando quiera le preparo la hamaca en el cobertizo._ Dijo Aisha
_Si, la verdad estoy muy cansado, estoy viajando desde la madrugada, y estas cervezas me están dando sueño.

Aisha me llevó hasta el cobertizo, allí estaba colgada la hamaca cubierta con un viejo mosquitero emparchado por todos lados.
_Bueno hice lo mejor que pude, mi papa y yo no estamos acostumbrados a recibir invitados con mucha frecuencia.
_Gracias, esteré bien, ya has hecho mucho por mi.
_ No, por favor, no ha sido nada… sin dejarme contestar y saliendo del lugar dijo acompañado de una sonrisa que ya conocía: _ Quien sabe, a lo mejor, yo podría hacer más por usted.

Con ese último gesto me dejó acostado en mi hamaca, iluminado escasamente por una vieja lámpara de kerosén. Preferí dejar la puerta abierta por el calor y quitarme la camisa. Me quede dormido pensando en la hermosa escultura de ébano.

No se cuanto tiempo habría pasado, pero me despertaron unos pasos en las afueras del cobertizo. Fue entonces cuando me di cuenta que desde la puerta se veía perfectamente el tarantín que fungía de sala de baño. Era Aisha que se dirigía a darse una ducha. Llevaba una lámpara en la mano derecha y algo de ropa en la otra. La muchacha corrió la cortina y colgó la luz en el tubo de la ducha. Yo no podía creer lo que veía: el Angulo de la luz, mas la tela como pantalla, proyectaba hacia mi, la figura de la muchacha, como un sensual espectáculo de sombras chinescas.
Aisha, puso la tolla sobre el pequeño banco de la entrada, y comenzó a desvestirse. Con infinita delicadeza bajo un tirante de uno de sus hombros, luego cuando soltó el otro, el sencillo vestido fue cayendo al suelo ayudado un poco por sus manos en la zona de las caderas. Después comenzó a quitarse su ropa interior con igual delicadeza, pero esta vez mi corazón dio un vuelco cuando al recogerlas, y antes de depositarlas en el banco, se las llevó a la nariz aspirando su aroma justo en el lugar de la entrepierna.
Que no hubiera dado por sentir ese olor que desde allí casi podía percibir. Con ese solo gesto hubiese bastado para desvelarme, pero lo mejor estaba por venir.
Aisha entró en el estrecho lugar para bañarse, corriendo tras de si la cortina. Abrió la ducha y por un rato dejó que el agua acariciara su cuerpo. Seguidamente se agachó para recoger el jabón y, en una especie de danza, empezó a enjabonar su tersa piel de chocolate lentamente. Emprendió su sensual ritual por sus delicados pies, siguió subiendo a través de sus largas y firmes piernas hasta llegar a sus muslos. Luego continuó con sus caderas, sus redondas nalgas, demorando su caricia para pasar su mano entre ellas, deslizando con la espuma, al momento que empinaba aun más su turgente trasero probablemente producto del placentero cosquilleo que le causaba en su ano. Su estrecha cintura ondulaba al pasar sus manos por los flancos de su torso hasta llegar a sus pechos. Ahora, sus manos comenzaron a enjabonar sus senos, acariciando con suavidad ambos a la vez. Desde ese ángulo los podía apreciar de perfil, eran de mediano tamaño, y sus aureolas se pronunciaban hinchadas como dos pequeñas copas rematas en dos rígidos botones que miraban al cielo. Al contacto de sus dedos creí notar su instantánea erección. Para ese momento ya no podía distinguir entre la alucinante realidad y la fantasía que aquella muchacha negra estaba despertando en mí, pues, estaba seguro que aquella belleza de ébano, me estaba ofreciendo un enloquecedor espectáculo, conciente de que la observaba desde la oscuridad de mi improvisada habitación.
Sus manos de finos y largos dedos, siguieron por el camino de su vientre hasta llegar a su ombligo. Espero unos instantes con la deliberada intención de prolongar aun más mi agonía. Muy lentamente sus dedos tomaron el camino de sus pubis, descendiendo despacio, muy despacio, mientras cimbraba hacia atrás la espalda y el cuello en un gesto de gracia casi felina. Sus dedos hicieron presión en su entrepierna, al cual su cuerpo respondió con un pequeño espasmo que la obligo a enderezar su cuello hacia delante nuevamente. Allí con la punta de sus dedos, comenzó muy lentamente, un movimiento circular sobre su henchido botón. Al cabo de unos segundos, que me parecieron eternos, aumento el ritmo de su caricia hasta convertirse en un verdadero frenesí sobre su palpitante sexo, que finalizó con repetidos espasmos acompañados de ondulaciones de su delgado torso. Luego de una pausa, seguramente para recuperar el aliento, su mano se dirigió hasta su rostro, y después olfatear el aroma impregnado en su mano, introdujo el dedo medio en su boca, relamiendo con descaro sus propios jugos.
Al salir, se envolvió en una toalla y al pasar frente a la puerta del granero.
Me dijo en vos casi imperceptible:
_Que tengas buenas noches Carlos, espero que pueda dormir bien…


El aroma de lo que parecía ser un delicioso desayuno me despertó. Después de asearme en la misma ducha que había servido como escenario del erótico espectáculo de la noche anterior, me encamine a la cabaña. Al entrar, me encontré a la joven, terminado de servir el desayuno en la pequeña mesa de comer. Su atuendo me dejó sin palabras. Llevaba un “short” de color naranja y una franelilla rosado pálido que dejaba afuera todo su delgado vientre de chocolate. Calzaba unos viejos zapatos deportivos sin calcetines. Estaba de espaldas a mí, y al girarse, pude notar que no llevaba ropa interior, ya que su monte de venas, se pronunciaba claramente a través de la delgada tela de sus pantalones cortos. De hecho, la tela se encajaba profundamente en su entrepierna, definiendo claramente sus labios vaginales.
_Buenos días_ apenas alcance a decir con notable inquietud en mi voz
_Buenos días, Carlos, espero que halla descansado, se veía usted muy mal ayer... quiero decir, muy cansado._ la joven mantenía ese tono divertido, que tanto me gustaba
_ Si, gracias, me siento mucho mejor, ya estoy recuperado para lo que sea_ respondí con algo de picardía también.
_Ya veo, se ve usted muy bien, espero que le guste el desayuno que le preparé.
_Huele delicioso, y estoy seguro que debe saber mejor._dije insinuante recordando su actuación de la noche_ ¿me imagino que me acompañaras a saborearlo?
_Por supuesto, me levanté que muchísimo apetito_ dijo tocando su vientre plano y desnudo y regalándome una sonrisa mostrando su dentadura enmarcada en esos carnosos labios.

Después de desayunar Aisha me trajo unos bermudas de caqui y una raída camisa de algodón bastante fresca.
_Póngase esto, que hoy va hacer un día muy caliente, le espero aquí, que quiero llevarle a que conozcas los alrededores. Traiga su cámara, quizás consigas algo interesante que fotografiar
_Esta bien, vengo enseguida, pero podríamos dejar el trato tan formal _dije mientras me retiraba al granero para cambiarme. Me respondió con una sonrisa.
_Tiene razón, así será.

Mientras me desnudaba no podía calmar mi ansiedad ni me incontenible erección, por saber que tenia preparado para mi la enigmática muchacha. Tuve que esperar algunos minutos para calmar mi excitación.

_Aquí estoy dispuesto a empezar la aventura_ dije entusiasmado_ listo para dejarme guiar por ti, haré lo que me digas.
_Claro que lo harás, y espero que bien… _al momento que llevó su mano a la boca para contener la risa.

Antes de salir Aisha tomo un pequeño bolso tejido de tela y se lo colgó terciado en su espalda. Caminamos por largo rato por una vereda que penetraba en el bosque. Ella iba delante y yo no podía quitar la mirada de su escultural cuerpo moreno. El calor nos hacia sudar a mares y su piel brillaba esplendorosa perlada de sudor. Su espalda ondulaba al ritmo de sus caderas, sus muslos, aunque delgados, se marcaban sus músculos con su paso delicado pero seguro. Sus senos brincaban al verse obligada a saltar algún tronco atravesado en el camino. Una insipiente mancha de humedad comenzaba a crecer entre sus nalgas producto del sudor que escurría por su espalda. Llevábamos casi una hora caminado y disfrutando del paisaje, nos fuimos aproximando a una montaña. Aisha me iba indicando con su mano y yo inmediatamente iba haciendo fotografías de todo aquel hermoso y exótico lugar. Unos minutos mas adelante comencé e a escuchar lo que paresia ser una caída de agua. Allí el camino se hacia tan estrecho hasta casi desaparecer entre la espesa vegetación. De pronto, el camino dio paso a una hermosa cascada que caía sobre una pequeña laguna.
_Bueno hemos llegado, ¿Qué le parece?_pregunto Aisha con su incomparable sonrisa.
_Es increíble, me dejas sin palabras.

La muchacha me dirigió una sonrisa, y sin decir palabras se despojó primero de su franela y luego, muy lentamente y con algo de trabajo, de quito el short quedando completamente desnuda ante mi. Mis ojos recorrieron su cuerpo de arriba abajo. Era una muchacha increíblemente hermosa, digna representante de su raza, su belleza superaba mi imaginación. Desde su cabeza rapada, su cuello largo y estilizado, sus senos elevados, su figura delgada y a la vez de curvas armoniosas. El vello de pubis, escaso y sus labios menores y el capuchón del clítoris, se pronunciaban un poco fuera de los mayores. Al ver mi rostro que no hacia sino admirarla complacido, caminó hacia mí hasta quedar muy junto, muy cercanos, su boca a escasos centímetros de la mía. Podía sentir el exquisito aroma que despedía su piel después de caminar entre la selva. El olor de sus axilas, un olor penetrante y dulce a la vez. Su carnosa boca, casi rozaba la mía. Su mirada de miel se clavo en mis ojos. Así permanecimos por unos instantes hasta que sus dedos comenzaron de desabotonar mi camisa y lentamente me despojó de ella. Lo mismo hizo con mis bermudas hasta quedar completamente desnudo.
Entonces Aisha poso sus grandes labios de negra sobre los míos y sin darme tiempo a reaccionar, introdujo su lengua en mi boca frotando y succionando de manera casi salvaje. Yo le respondí devorando la suya, mordiendo sus labios y su lengua, saboreando su saliva con desesperación. Seguidamente comencé descender por su cuello respirando profundamente el aroma de su cuerpo empapado en sudor. Quería dibujar un mapa a través del aroma de su piel de bronce, inhalar los exquisitos olores de los más recónditos rincones de su cuerpo, ahora tembloroso por la excitación.
Llegué hasta sus redondeados hombros, baje por sus axilas, con su penetrante perfume natural, que excitaba cada vez más mis sentidos. Me detuve extasiado uno de sus senos, que apenas, al rozar mi lengua, endureció sus negros pezones y la muchacha dejó escapar un leve gemido. Luego lentamente trace una ruta siguiendo mi olfato, hacia su vientre. Su piel tenia un delicioso sabor algo salado, mi nariz se deleitaba aspirando con fuerza el bálsamo que desprendía por cada uno de sus poros. Introduje mi lengua en su ombligo a lo que ella respondió con una risita juguetona. Y cuando me dirigí hacia su pubis, guiado por un exquisito bálsamo, Aisha me detuvo levantando mi cabeza hasta que nuestros ojos quedaron frente a frente. Con voz plena de deseo me dijo.
_ Espera, no tenemos ninguna prisa _ Buscó en su bolso y extrajo una botella aceite corporal, y comenzó a untarse todo su escultural cuerpo. Comenzando por sus hombros y brazos, luego el cuello y el rostro, siguiendo por su piernas y muslos hasta llegar a su vientre completamente plano. Allí se detuvo bajando su mano para con delicadeza vertiendo aun mas aceita sobre su pubis que corrió hacia abajo hasta llegar a su vulva . Con su mano comenzó a untar sus labios abriéndolos con la deliberada intención de mostrar su rosado interior. Aisha me ofreció el tarro.

_Por favor, me ayudas con la espalda…

Las manos me temblaban de deseo. Vacié el resto del aceita en su espalda el cual enseguida tomo el camino entre sus nalgas. Comencé a frotar sus hombros, su delgada cintura y mi mano comenzó avanzar por su espalda hacia su pronunciado y redondo trasero. Mis dedos penetraron entre sus bronceadas nalgas a lo cual ella lo empino aun más, sosteniendo su inquietante mirada sobre mi cuerpo desnudo. Mi dedo encontró en su camino su apretado ano, que al, a penas rozarlo, comenzó a palpitar con evidente deseo de ser penetrado. Haciendo círculos sobre su esfínter oprimí hasta que sin dificultad comenzó a entrar. La muchacha emitió un leve quejido de dolor, al cual yo retiré con cuidado para volver a introducirlo lentamente, pero esta vez, la respuesta fue un gemido de placer seguido de las palpitaciones de su esfínter que engullían mi dedo. Sus caderas comenzaron a moverse lentamente. Entonces la lleve con mi mano para que se agachara y posara sus manos y sus rodillas en la tierra quedando su ano completamente expuesto y a mi disposición. Lentamente acerque mi nariz a su hoyuelo y inhalé su penetrante aroma, una mezcla de sudor, leve olor a restos de orine y fluidos vaginales, que me resultaron extremadamente excitantes. Seguidamente me abalancé como un loco explorando con mi lengua su interior, al cual ella respondió, ahora con verdaderos gritos de placer. Aisha movía sus caderas con frenesí arqueando hacia arriba y abajo en busca de más penetración pero mi lengua tenia sus limitaciones. Entonces con voz desesperada me suplicó.
_ ¡Clávamelo! Clávamelo hasta el fondo, por favor, te lo suplico, no me tortures más.
Tome sus caderas con ambas manos y puse sus rodillas en la arena, ella se dispuso como una perrita a recibir la envestida. Terminé de vaciar el aceite en mi miembro enrojecido, que estaba a punto de estallar, y coloque mi glande en su ano empujando poco a poco. Pero Aisha no estaba dispuesta a espera y de un solo envión se vino hacia atrás enterrándose mi pene hasta el fondo. Un grito de dolor y placer se escuchó por toda la selva. Se quedó quieta unos instantes para recuperarse, y lentamente comenzó a menear sus caderas de manera deliciosamente rítmica. Alternado movimientos circulares con envestidas hacia atrás y adelante. Su esfínter palpitaba sobre la base de mi pene. Entre gemidos de placer me suplicaba que se lo metiera mas adentro. Yo me aferraba con amas manos a sus caderas. Su mano buscó con desesperación su clítoris y comenzó a masturbarse para añadir más placer. Nuestros cuerpos empapados en sudor, se resbalaban uno contra el otro en un mar de fluidos que se mezclaban impregnando el aire de olor a sexo. Con un desgarrador grito de ambos alcanzamos el orgasmo, tumbándonos exhaustos en la arena. Allí permanecimos con el rostro bañado por el sol, mirando la copa de los arbolas, en completo silencio. Solo se escuchaba nuestra profunda y acompasada respiración, el canto de las aves y el sonido del agua al chocar con las piedras del riachuelo. No se cuanto tiempo nos quedamos dormitando. Pero me despertó la voz de Aisha, sacudiendo mi rostro.

_ ¡Vamos! ¿Que esperas?, el agua esta deliciosa…

Corriendo se zambulló en la pequeña laguna. Sin perder tiempo corría a su lado, pero al intentar abrazarla se sumergía y aparecía por otra parte mostrando su impecable dentadura blanca. Ahora con el cuerpo mojado, con los restos de aceite, lucia aun más sensual y su juego me estaba llevando a la locura. Yo trataba de atraparla, y ella se escabullía con impresionante agilidad, hasta que decidió salir del agua y tenderse en la orilla Al llegar a reunirme con ella, se estiro como una gata y abriendo sus piernas me mostró su vulva rosada que hacia un contraste hermoso con su piel profundamente oscura. Su sexo estaba visiblemente excitado nuevamente, sus labios mayores se abrieron para dejar ver la entrada de su vagina que comenzaban emanar un abundante fluido transparente y viscoso. Sus labios menores se pronunciaban hacia afuera brillando de humedad. Su clítoris se asomaba henchido y colorado. Su ano aun se encontraba un poco dilatado.

_Ahora sabrás si te gusta tanto su sabor como su aroma_ me dijo Aisha, al momento que su lengua humedecía sus grandes labios.
Me aproximé todo lo despacio que pude, ahora era yo, quien la haría sentir el suplicio que me inflingió la noche anterior. Me incliné sobre su entrepierna, aspire lenta y profundamente el aroma que emanaba de su sexo. Era un olor denso, poderosamente excitante al que mi miembro reaccionó de manera instantánea con una nueva erección.

Aisha posó ambas manos mis hombros. Entonces, deslice la punta de mi lengua, apenas rozando la piel de su ingle, cerca, muy cerca de los labios mayores. Al menor contacto, la joven dejo escapar un leve gemino de placer. Sus manos apretaron mi piel con fuerza clavando sus largas uñas. Esta vez decida pasar mi lengua por su oscuro capuchón, desnudando un poco su clítoris que ya para ese momento, estaba completamente erecto. En ese instante su vulva chorreante, comenzó a latir frenéticamente. Entonces me posé mis labios completamente sobre la entrada de su vagina succionando sus líquidos e introduje mi lengua con movimientos circulares. Aisha comenzó a mover sus caderas frotando su clítoris contra mi boca. Yo seguía chupando y dando pequeños mordiscos en su clítoris que ahora estaba totalmente hinchado y enrojecido. Mi cara estaba impregnada de su especial y delicioso olor a hembra. Con ambas manos empujó con fuerza mi cabeza hacia adentro como queriendo devorarme todo. Luego con un movimiento brusco me empujó hacia atrás cayendo de espaldas en la arena. Al verme Allí, tumbado, indefenso, se abalanzó sobre mí, quedando a horcajadas sobre miembro, tan erecto que comenzaba a sentir algo de dolor. Tomó con su mano mi pene y lo introdujo poco a poco en su vagina, no sin antes frotar el glande contra su clítoris, a lo largo de sus labios menores, introduciéndola un poco en su vestíbulo, para volverlo a sacar repetidas veces. Cuando menos lo esperaba se dejó caer por completo sobre mi miembro enterrándoselo hasta la base, dejando escapar un grito largo que culmino tumbando su cabeza sobre mi pecho y aforrándose con las uñas a mis pectorales. Entonces, la joven muchacha negra, comenzó a cabalgar sobre mi miembro con enfurecido entusiasmo, de manera frenética movía sus caderas adelante y atrás, como si quisiera arrancarme el pene de su lugar. Sus músculos vaginales palpitaban succionándolo cada vez más fuerte. Sus fluidos ya comenzaban a chorrear por mis testículos de manera copiosa. Nuestros cuerpos sudorosos resbalaban uno con el otro y todo el ambiente se saturó del delicioso olor que emanaba de su sexo. Su prolongado gemido me anuncio que había alcanzado un descomunal orgasmo que la obligó a cimbrar su espalda hacia atrás, elevando sus puntiagudos senos al cielo. Seguidamente se dejo caer sobre mi pecho y ese aferró a mi cuerpo en un fuerte abrazo hasta recuperar el aliento. Muy lentamente se bajo de su cabalgadura y me dijo al oído en voz muy baja.
_Ahora quiero comprobar yo, si sabes tan bien como huele tu piel

Y diciendo esto, bajo en busca de mi vientre. Después de una profunda aspiración de mi miembro erecto, pasó su lengua a todo lo largo de mi pene. Desde los testículos hasta la punta. Lo lamía como una gata, limpiándolo de sus propios fluidos. Inmediatamente comenzó succionar el glande a la vez que le daba pequeños lengüetazos al frenillo. Lentamente comenzó a devorarlo completamente. Acariciándolo de arriba abajo llevándolo hasta lo mas profundo de su garganta en movimientos cada vez mas rápidos, llevándome al limita del placer. El palpitar de mi miembro me indico que aquella extraordinaria sensación se había convertido ya en un viaje sin retorno a la eyaculación. Entre convulsiones y gemidos derrame todo mi semen en su boca. Aisha con una amplia sonrisa me agradecía, derramando todavía mi simiente por la comisura de sus grueso y provocativos labios de negra.